EL FOGON DE YUPANQUI
Un cantor errante de artes olvidadas
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Un cantor errante de artes olvidadas
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PACHAMAMA, ¡KUSIYA KUSIYA"
A José Gabriel Condorcanqui, allá en el cielo indio.
Desde mi pampa te saludo, cacique, con todas mis tolderías desplegadas. Amanece en la tierra del sur, llanura de mis abuelos. Es el viento de la esperanza, el sueño alto de los hombres libres, pintando auroras que crecen como bendiciones sobre los campos y los pueblos. Este viento lleva en su vuelo los ecos nunca dormidos de tu voz, tus luchas en la tierra escarpada, tus meditaciones allá sobre los cuatro mil metros de Surimana, o en Cacha, junto a la piedra del templo de Viracocha, luego de oír a los runas dolerse hasta el martirio diciéndote ¡Peldaños somos señor! ¡Sobre nuestro lomo trepan al caballo aquellos que nunca nos amaron! ¡Ayúdanos, Tupac!
Larga ha sido la noche en nuestra America Condorcanqui engordado la tierra con la sangre del indio. Todo lo que brilla, menos la armonía, se lo han repartido los capitanes de la ambición. Tu comprendiste desde niño el drama de tu pueblo, desde el colegio para indios nobles y caciques en San Francisco de Borja, donde te familiarizaste con las matemáticas, la teología y llegaste a dominar el latin, te capacitaste para pensar con buen criterio, supiste que el invasor definió al idioma quechua como el latín de America. Pero les venia de lejos el temor hacia todo lo que fuera el heroico batallar de la inteligencia al servicio de la libertad por temor cumplían abatiendo a los mejores entre los mejores, tu, José Gabriel Condorcanqui.
Pero dicen los grandes pensantes que “ninguna fuerza se pierde” si emana del fondo de una conciencia limpia y de un amor sin mezquindades. No hace mucho tiempo se cumplieron doscientos años de su sacrificio, cuando cuatro caballos atados a tus brazos y tus piernas te ensancharon en libertad. Era la mañana del dieciocho de mayo de 1781. Entre los peñascales, Tupac, algunos rostros de bronce y granito asomaban tras los ríos, eran sus tunas, los que luego se convertirían en chasquis hacia los cuatro rumbos de la sierra, narrando la tragedia del Tahuantinsuyu. Duro precio paga siempre el anhelo de libertad en los hombres y en los pueblos. Gente de tu sangre.
HARA FALTA MUCHA SOGA, PARA AHORCAR A TODO UN PUEBLO.
Desde mi pampa te saludo, cacique, con todas mis tolderías desplegadas. Amanece en la tierra del sur, llanura de mis abuelos. Es el viento de la esperanza, el sueño alto de los hombres libres, pintando auroras que crecen como bendiciones sobre los campos y los pueblos. Este viento lleva en su vuelo los ecos nunca dormidos de tu voz, tus luchas en la tierra escarpada, tus meditaciones allá sobre los cuatro mil metros de Surimana, o en Cacha, junto a la piedra del templo de Viracocha, luego de oír a los runas dolerse hasta el martirio diciéndote ¡Peldaños somos señor! ¡Sobre nuestro lomo trepan al caballo aquellos que nunca nos amaron! ¡Ayúdanos, Tupac!
Larga ha sido la noche en nuestra America Condorcanqui engordado la tierra con la sangre del indio. Todo lo que brilla, menos la armonía, se lo han repartido los capitanes de la ambición. Tu comprendiste desde niño el drama de tu pueblo, desde el colegio para indios nobles y caciques en San Francisco de Borja, donde te familiarizaste con las matemáticas, la teología y llegaste a dominar el latin, te capacitaste para pensar con buen criterio, supiste que el invasor definió al idioma quechua como el latín de America. Pero les venia de lejos el temor hacia todo lo que fuera el heroico batallar de la inteligencia al servicio de la libertad por temor cumplían abatiendo a los mejores entre los mejores, tu, José Gabriel Condorcanqui.
Pero dicen los grandes pensantes que “ninguna fuerza se pierde” si emana del fondo de una conciencia limpia y de un amor sin mezquindades. No hace mucho tiempo se cumplieron doscientos años de su sacrificio, cuando cuatro caballos atados a tus brazos y tus piernas te ensancharon en libertad. Era la mañana del dieciocho de mayo de 1781. Entre los peñascales, Tupac, algunos rostros de bronce y granito asomaban tras los ríos, eran sus tunas, los que luego se convertirían en chasquis hacia los cuatro rumbos de la sierra, narrando la tragedia del Tahuantinsuyu. Duro precio paga siempre el anhelo de libertad en los hombres y en los pueblos. Gente de tu sangre.
HARA FALTA MUCHA SOGA, PARA AHORCAR A TODO UN PUEBLO.
Sigo teniendo un voto de esperanza, para ver ese monumento nativo en Buenos Aires
Hasta la próxima y que nos vaya bien a todos, paisanos.
Alfredo Mateo….
1 comentario:
NAPAYKUYKI QUCHUMASI..!! AÑACHAYKI YUYARIYRAYKU TAKINCHIS, ALLPANCHIS, IMAYMANANCHIS.
NAPYKUNA QATAMARKAMANTA.
Hola, Te saludo amigo. Te agradezco con afecto por recordar nuestras canciones, nuestra tierra, nuestras cosas. SALUDOS DESDE CATAMARCA.
RODOLFO LOBO MOLAS.
lobomolas@gmail.com www.decatamrcaalmundo.blogspot.com
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